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“Un zapato siempre será una obra de arte”: San Polos, la fábrica de calzado que hace historia en el Restrepo

De fabricar para subsistir a producir miles de pares de zapatos al mes: la historia de Agustín Sandoval y San Polos, una fábrica hecha a pulso en Bogotá.

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Actualizado:
Viernes, Diciembre 13, 2024 - 15:21
Botas San Polos
San Polos, una de las fábricas más importantes de calzado en Bogotá y su inspiradora historia de trabajo.
Camila Díaz - RCN Radio

Hay anécdota de la que Agustín Sandoval siempre le gusta hablar. Una persona lo llamó un día a contarle que no había podido conseguir calzado para su hijo. “Me dijeron que usted le podía hacer unas botas a mi hijo. Es que él caza calza 47”.

Agustín escuchó con mucha atención y poco a poco fue notando que la talla no era el único problema del joven, que a veces no podía caminar bien. “Tiene el empeine alto y el tiro un poquito girado”, le dijo la persona.

Agustín Sandoval es el gerente de San Polos, una de las fábricas de calzado más importantes de Bogotá, que produce hasta 10.000 pares por mes. Muchos pensarán que cualquier gerente habría trasmitido la llamada a otra dependencia, pero no fue así. Agustín se apersonó del asunto y decidió ponerse a diseñar las botas, a la medida, para que el joven pudiera caminar con comodidad.

“Y terminamos unas botas espectaculares para caminar, espectaculares porque tienen un diseño espectacular”.

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Agustín Sandoval, gerente de San Polos
Agustín Sandoval, gerente de San Polos
Camila Díaz - RCN Radio

La anécdota resume muy bien la filosofía de esta fábrica de calzado con más de 30 años de historia, fundada por Agustín, quien considera que cualquier persona merece la mejor atención posible.

Nosotros no distinguimos entre quién tiene y quién no. No es lo que nosotros observamos. Nosotros simplemente le damos la información al cliente, lo atendemos bien y ya”, cuenta a La FM.

Botas San Polos
“Lo que yo he hecho es aplicar el concepto que le puse a esta marca desde el año 1992, cuando empecé a hacer zapatos: voy a hacer zapatos como si yo me los fuera a poner yo, para las personas que tenemos que laborar y voltear a diario para conseguir el dinero": Agustín Sandoval
Camila Díaz - RCN Radio

Sin importar cómo viste la persona que visita la tienda, sin importar si compra o no en ese momento, Agustín y sus colaboradores le ofrecen lo que necesita.

“Lo más probable es que esa persona vuelva. Por ejemplo, algún técnico electricista normal o un mecánico: ese muchacho normalmente permanece embarrado y vuelto nada, pero tiene para comprarse unas botas de muy buena especificación y a muy buen precio. Ese muchacho es el que viene mañana a comprarlo ese mismo día o el que después trae a su esposa”.

Ese ‘voz a voz’ ha sido la mejor garantía: “Lo que yo he hecho es aplicar el concepto que le puse a esta marca desde el año 1992, cuando empecé a hacer zapatos: voy a hacer zapatos como si yo me los fuera a poner yo, para las personas que tenemos que laborar y voltear a diario para conseguir el dinero”.

Que ese foco en la atención siga siendo prioritario en San Polos tiene una explicación o, más bien, una historia que remite a los años en que Agustín Sandoval entró en una época de incertidumbre porque no sabía qué hacer con su vida para rebuscarse unos pesos. 

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Empleados de San Polos
"Esta es una planta que tiene una relación bien importante entre lo que es tecnología y mano de obra artesanal. Por eso, un zapato siempre será una obra de arte", dice Agustín Sandoval
Camila Díaz - San Polos

Cumpliendo sueños familiares

Agustín se graduó de bachiller en 1989 y tuvo que irse al Ejército. Aunque en principio parecía que seguiría la vida militar, la situación del país lo hizo cambiar de planes. “Después de que me voy para el Ejército, veo un mundo más allá. Era una época de dura para este país, los que tenemos memoria sabemos de qué época estábamos hablando”.

“Y llega un momento en que ya debo retirarme el ejército más por temas de seguridad que otra cosa”.

No era para menos. Era la época en que el narcotráfico le había declarado la guerra al Estado y se había cobrado varias víctimas: el ministro Rodrigo Lara Bonilla, el director de El Espectador, Guillermo Cano, el candidato presidencial Luis Carlos Galán Sarmiento... 

El tiempo fue pasando y llegó 1992: Agustín tenía que tomar una decisión urgente y buscar algún oficio. Pensó en volver a ser mensajero o en emplearse como ayudante de obra en una construcción, hasta que su padre le dio una idea, sin saber que esa idea lo llevaría a ser un exitoso empresario: asociarse con un joven vecino con el que Agustín solía jugar fútbol en la calle.

“Era mayor que yo; yo en ese momento tenía 18 años, él tenía 28. Mi padre me dice: ‘¿Por qué no se pone a fabricar zapatos con él?’”.

Agustín se acercó al vecino para proponerle el negocio y acordaron el día en que empezarían a trabajar juntos, una fecha que él recuerda con detalle: lunes 3 de agosto de 1992. “Desde el primer momento nos llamamos San Polos, porque era una asociada entre Sandoval y Polanco”.

Sin embargo, la sociedad duró menos de cuatro meses porque Polanco decidió retirarse. A pesar de que el vecino era quien sabía de fabricación de zapatos, Agustín siguió adelante.

En esos años, Agustín veía la fabricación de zapatos no como un negocio lucrativo, sino como una forma de subsistir, de ayudarles a sus padres y de pagar sus estudios de ingeniería civil en la Universidad Gran Colombia.

“Empecé a hacer segundo semestre de ingeniería y de alguna forma los zapatos me servían para el apoyo de mis papás, para poder estar en la universidad”.

Agustín trabaja de día fabricando zapatos y estudiaba de noche, con mucho esfuerzo, muchas trasnochadas y, eso sí, la ayuda invaluable de sus padres.

“Yo empezaba a hacer mis zapatos: aprendí a cortarlos, aprendí a guarnecerlos, aprendí a ensuelarlos, aprendí a cortar el cuero, a comprar el cuero...”.

Poco a poco se fueron sumando más familiares a la labor. La primera fue su madre, y después su hermana: “Y siempre ha estado mi papá ahí acompañándonos en todo el proceso, porque mi papá, gracias a Dios, siempre ha tenido una muy buena visión. La idea de hacer zapatos es de mi papá”.

“Yo lo que hacía era trabajar en la fábrica cortando, entregando. Mi mamá me ayudaba ya en el tema de emplantillada. Entonces, yo salía a las seis de la tarde para irme para la universidad. Mi mamá se quedaba en el taller, porque era un taller, entregando materiales, mirando los terminados, emplantillando los zapatos”.

Su primer taller estuvo ubicado en Las Lomas, un barrio deprimido en el sur de Bogotá. Luego, se trasladaron a San Jorge Central y, finalmente, al Restrepo, epicentro de la industria del calzado en la capital.

En principio fue un trabajo apenas para subsistir, y él siempre puso mucho empeño en fabricar zapatos de la mejor calidad, gracias a lo cual ganó mucho reconocimiento en el sector.

Con la llegada del siglo XXI, “el negocio deja de ser de subsistencia y se convierte en una empresa”, cuenta Agustín, por lo que tuvo que tomar una decisión muy difícil: seguir vinculado a la academia y la ingeniería o dedicarse de lleno al negocio de los zapatos. Para el año 2001, ya había terminado su carrera de ingeniería y una especialización de geotecnia, y recién se había graduado de una maestría en ingeniería sísmica.

"Trabajé como profesor de ingeniería en varias universidades, entre esas la Universidad de la Gran Colombia. Entonces, de alguna forma también podía tomar ese rol académico porque me interesaba hacer las cosas bien".

A esto se sumaba el hecho de que Agustín ya estaba liderando proyectos de ingeniería civil, lo que hacía aún más difícil la decisión. Finalmente, San Polos se volvió su prioridad a nivel profesional.

“En el año 2000 es que coge todo ese cambio y pasamos de hacer una producción de 30 pares al mes a hacer 80 pares al mes, 200 pares, 500 pares, 1.000 pares, 2.000 pares, 4.000 pares, 5.000 pares, 7.000”, relata, con mucho orgullo.

“Actualmente, nuestras producciones a veces están en los 8.000, 10.000 pares por mes. Tenemos una capacidad instalada en este momento de casi 1.000 unidades por día, en todas las diferentes categorías y líneas que manejamos”.

Hoy en día la empresa genera 150 empleos directos y tiene 15 tiendas en Bogotá, además de 150 aliados de distribución en todo el país. Y para finales de noviembre planea abrir su primer punto de venta en Medellín.

Pero, más allá de ese éxito, está el componente humano, las personas a las que la empresa ha ayudado a cumplir sus sueños, a sacar adelante a sus familias.

“Entre nuestro equipo tenemos colaboradores que llevan con nosotros 32 años, desde que se fundó. Y se nos pensionaron dos personas que lograron hacer su historia de vida con nosotros, de su familia, que su casa, que les dieron estudio a sus hijos gracias a esta empresa. Para nosotros. eso es lo más motivante y lo que nos inspira siempre a mantenernos en este rol”.

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San Polos
“Nosotros no distinguimos entre quién tiene y quién no puede. No es lo que nosotros observamos. Nosotros simplemente le damos la información al cliente, lo atendemos bien y ya".
Camila Díaz - RCN Radio

El calzado de la nostalgia

Sus productos se caracterizan por la versatilidad: desde zapatos formales hasta botas para todo tipo de terreno.

“Siempre he hecho zapatos diferentes, zapatos que yo me ponga. Normalmente hago productos para mi estilo de vida. Mi estilo de vida es que gustan las Fuerzas Militares, el Ejército, me gusta la montaña, me gusta salir a acampar, hacer trekking, hacer camping. Hago botas para trekking, para camping, hago botas para motociclistas porque pues precisamente me encantan las motos. Hago botas para ingenieros y para las diferentes industrias”.

Ese compromiso con la calidad ha hecho que la empresa pueda competir con zapatos de menor precio, porque para Agustín es importante que los clientes sepan todo lo que está detrás de la fabricación del calzado, que conozcan muy bien el proceso, las historias, las personas, las familias, que entiendan muy bien el arte que acompaña la manufactura.

Taller de San Polos
El taller de San Polos, ubicado en el barrio Restrepo, en el sur de Bogotá, se caracteriza por la disposición para que los clientes conozcan todo el proceso de fabricación de unos buenos zapatos.
Camila Díaz - RCN Radio

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Hay una anécdota con conecta muy bien con el componente emocional que él menciona: la visita de una persona muy especial, a quien él prefiere mantener en el anonimato pero que identifica como “un empresario muy fuerte”.

El empresario tomó un par de zapatos y empezó a mirarlos detenidamente, algo que le llamó la atención a Agustín: “Él tenía la capacidad, o tendrá la capacidad, para comprarse los zapatos de la marca que quiera y con el costo que quiera en cualquier parte del mundo”.

El hombre seguía mirando los zapatos y se los midió varias veces. Agustín se acercó y le dijo que, si le gustaban tanto, podía llevárselos puestos: “Le regalé los zapatos y el señor se puso a llorar”.

Agustín, gerente de San Polos
Agustín, gerente de San Polos
Camila Díaz - RCN Radio

Contrariado, Agustín le preguntó si estaba bien: "Es que me acabo de acordar de mi padre”, le respondió el hombre, y le contó de inmediato su historia de vida. Así como Agustín, los orígenes del empresario eran muy humildes.

“El tipo fue muy pobre y veía cómo su padre sufría y bregaba mucho para comprarle zapatos. Dijo que se acordaba de su padre, 40, 50 años atrás, que era la única persona que le regaló zapatos alguna vez”.

Que un zapato pueda generar nostalgia en alguien exitoso o solucionarle un problema a alguien necesitado es clave para una empresa gracias a la cual muchos empleados han podido cumplir sus sueños.

“Cuando usted compra un producto de una marca como estas, estoy contándole que el que hace los zapatos puede haber sido su papá, su tío, su abuelo. Y esta es una planta que tiene una relación bien importante entre lo que es tecnología y mano de obra artesanal. Por eso, un zapato siempre será una obra de arte”, concluye Agustín. 

Fuente:
Sistema Integrado Digital