Hajsu: fusión de moda contemporánea y ancestral tejida a mano como resistencia al olvido
Hajsu Etnomoda, un sueño que nació hace 10 años entre tejedoras y ovejas, y que lentamente se ha ido materializando.
Flor del Carmen Imbacuan Pantoja, es una indígena de 36 años que nació en el municipio de Cuaspúd, en el resguardo Carlosama ubicado a tres horas de la capital de Nariño, cerca al paso fronterizo entre Ecuador y Colombia; esta mujer de mirada penetrante y negra cabellera es la precursora de Hajsu Etnomoda, un sueño que nació hace 10 años entre tejedoras y ovejas, y que lentamente se ha ido materializando.
A los nueve años, Imbacuan ya hacía vestidos para sus muñecas. Junto a su hermana, veía a su madre utilizar el telar y desarrollar diferentes prácticas de tejido. Con el paso del tiempo aprendió y logró perfeccionar técnicas.
El camino que ha tenido que recorrer esta indígena proveniente de la etnia de los Pastos, no ha sido nada fácil. Su paso entre la niñez y la adolescencia estuvo marcado por la decisión de sus padres de abandonar la vereda Marcas Lirio y salir en busca de refugio, al ser víctimas de intimidaciones por parte de civiles armados.
En esa época, Flor ya había terminado la primaria, nivel de educación permitido en su resguardo indígena. Al llegar a Cumbal, tuvo más cerca la oportunidad de realizar el bachillerato y convenció a su padre de dejarla iniciar. Gracias a sus buenos resultados académicos, fue becada los siguientes años y no necesitó respaldo financiero.
Entre tejidos, lana de oveja, telares y tejedoras que de generación en generación se han dedicado a esta práctica, Imbacuan creció y aunque en algún momento de su vida se marchó a Bogotá, lejos de su terruño, muy dentro de su ser sabía que lo suyo estaba en Nariño y que dedicaría su vida a lo que hacen las mujeres de su tierra; pero de otra forma: traspasando fronteras, luchando por rescatar la identidad, resistiendo al olvido y generando valor.
Años más tarde logró profesionalizarse, hoy es una diseñadora de modas que dedica su vida entera a crear ideas que mezclan moda contemporánea y ancestral. “Ser artesano es un don y un gusto por lo propio, por querer ayudar a la gente dentro del territorio, por querer conservar nuestras tradiciones” asegura Flor desde el stand de la Agencia de Desarrollo Rural, en el marco de la feria del campo colombiano: Agroexpo.
El paso por la universidad, la madurez y la experiencia, le permitieron a Flor consolidar la idea de traducir el tejido propio de sus orígenes, en colecciones globales contemporáneas. Así nació Hajsu, que en quichua, el segundo idioma más hablado de la familia de las lenguas quechuas, significa: vestuario indígena.
Las “guardianas del legado”, son las tejedoras del cabildo indígena de Carlosama que se dedican día a día a tejer pañolones, abrigos, chalecos, ruanas, chumbes, entre otras prendas de vestir que están diseñadas 100% a mano con fibras naturales en lana de oveja, seda natural y algodón.
Hoy, gracias a la gestión de Flor y a la cooperación de las autoridades indígenas, las prendas que realizan estas mujeres han sido comercializadas a nivel nacional e internacional (Estados Unidos, Canadá, Europa y Australia) y además son beneficiarias de un proyecto de la Agencia de Desarrollo Rural que busca el fortalecimiento de la producción ovina, transformación y comercialización de tejidos artesanales ancestrales, en lana de oveja.
Esta iniciativa que cuenta con una cofinanciación por parte de la ADR de 900 millones de pesos, favorece a más de 90 productores rurales (72 mujeres rurales, 4 jóvenes y 23 víctimas) de los cabildos de Carlosama, Iles e Inchuchala Miraflores.
Al preguntarle por sus miedos, hace una pausa, piensa y entre risas confiesa sorprendida que no tiene miedos “soy una mujer que ha tenido que pasar por momentos muy difíciles, pero con una sonrisa y optimismo logro sortear los obstáculos”, explica.
Bajo el tapabocas se le marca una aparente sonrisa e intenta irse por el lado amable indicando que sueña a diario con “ampliar la capacidad productiva de Hajsu.