Paloma Valencia, sobre caso de violencia sexual: Yo también, dijo mi mamá
La senadora del Centro Democrático escribió una columna en el periódico El Nuevo Siglo.
En momentos en que muchas mujeres se están atreviendo a denunciar que en algún momento fueron acosadas sexualmente por hombres poderosos, la senadora Paloma Valencia reveló que su madre también fue una víctima.
La congresista publicó una columna en la que aseguró que el victimario de su mamá fue un procurador general de la Nación, a quien ella le había pedido ayuda en su época de juventud.
“El procurador muy efectivo, muy amable la recibió, conversó con ella y cuando ya la conversación había avanzado un poco, la invitó a seguir a un salón continguo al de su oficina donde había una luz tenue. Mi mamá recuerda que había un sofá muy grande, una especie de cama, una mesa donde había whisky, le ofreció un tragó que mi mamá rechazó, de pronto él se le sienta al lado y trata de de cogerle la pierna y acariciarla y ella se pone de pie muy asustada”, señaló.
“Lo que más recuerda es que en ese mismo salón había un marco con la foto de una bebé como de unos seis meses y que a ella le impactó tanto toda la situación que salió despavorida”, añadió.
Paloma Valencia afirmó que en su momento su madre no tuvo la ayuda del Estado, ni de la Procuraduría, sobre la situación difícil que estaba enfrentando. Paloma Valencia sostiene además que después de haber hecho varias averiguaciones, se supo que ese sofá ubicado en la oficina del jefe del Ministerio Público, era denominado “la cama de los ascensos” y que muchas de las promociones o favores hechos por la entidad pasaban por ahí. La madre de la parlamentaria ha preferido no dar el nombre de ese procurador general.
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Este es el texto de la columna de Paloma Valencia, publicado en el Nuevo Siglo
El mundo está cambiando. Las mujeres y los niños están ganando espacios que reivindican sus derechos e imponen límites a lo que pueden hacer los hombres o los adultos con ellos. Así se crean los verdaderos derechos. No con leyes que nada cambian, sino con los fenómenos sociales donde como por arte de magia se ilumina aquello que no está bien, y que sin embargo ha venido sucediendo. Esa luz muestra que lo que estaba mal tiene que cambiar, sin importar lo habitual que era.
Los recientes escándalos de abuso de poder y violencia sexual contra las mujeres han servido para avivar el sentimiento de que ocurrieron hechos, situaciones, que si se denuncian sirven para cambiar el mundo. Esas ansias de que lo que ha ocurrido no vuelva a pasar, ha impulsado a miles de mujeres a denunciar.
Deberían, en mi opinión, hacerlo con nombre propio, para animar a otras que tal vez tuvieron la misma experiencia, con la misma persona, a decir: yo también. Colombia está haciendo el ejercicio pero lo hace sin nombres. Y eso hay que respetarlo, porque no se puede forzar a nadie a decir lo que no está listo para enfrentar. Ese caso es el de mi mamá. Me contó y me pidió que lo hiciera público, lo siguiente.
En las circunstancias de su vida, como una mujer joven, divorciada, que enfrentaba un mundo donde los espacios para las mujeres eran restringidos, buscó la ayuda del Procurador General de la Nación. No sé de cual se trata, pues me dice, que es un hombre poderoso y siente miedo de enfrentarlo. Mi mamá le pidió ayuda en la defensa de sus derechos. El Procurador se mostró receptivo y amable. Avanzada la conversación la invitó a pasar a un salón contiguo al de su oficina. Había, me dijo, un sofá amplio, como una cama. Un bar con whisky y hielo. Luz tenue. Le ofreció un trago. Ella lo rechazó. Le dijo que la ayudaría. Le puso la mano sobre la pierna y trato de acariciarla. Mi mamá recuerda que en un marco alcanzó a ver la foto de una pequeña bebé, la del Procurador. Ella se puso de pie. Asustada y perpleja dijo que ya no necesitaba que el Procurador la defendiera. Se fue. Por supuesto, ni el Procurador la defendió, ni nadie la defendió del Procurador.
Me cuenta que luego oyó muchas cosas sobre ese Procurador. Se hablaba de una cama donde cursaron todos los ascensos de la entidad, los servicios que prestaba la entidad. Sí, ¡una cama! Ya sé por mi mamá que la cama existió, faltan las mujeres que cuenten lo qué pasó.
Espero que mi mamá decida enfrentar la gravedad de estos hechos, dando el nombre del agresor. La verdad es la única que protege y la verdad es la única que condena. La especulación que daña a otros y que empieza a teñirse de matices políticos, destruye el buen nombre de hombres inocentes y también daña el proceso de reivindicación de las mujeres.