Se cumplen 20 años del atentado a El Nogal, uno de los casos más violentos del país
En esta tragedia fallecieron 38 personas.
El atentado contra el Club el Nogal, se convirtió en una de las mayores tragedias ocurridas en la capital colombiana.
Aunque inicialmente se habló del estallido en la zona de calderas de la sede, unas horas después se confirmó que se trató de un carro bomba. Un total de 38 personas fallecieron, incluyendo quienes ubicaron el explosivo, durante la acción cometida por las Farc.
Cinco minutos pasaron después de las 8 de la noche del viernes 7 de febrero de 2003, cuando una fuerte explosión se escuchó en el norte de Bogotá.
A las 8:15 pm., se confirmó que el estallido se produjo en el Club El Nogal, una de las sedes sociales más importantes de la capital del país.
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Bomberos, ambulancias y autoridades de policía, se dirigieron al lugar, al que también acudió la prensa nacional.
RCN Radio abrió una programación especial y cuando aún se veía las llamas en el Club, los periodistas empezaron a contarle al país, lo que estaba ocurriendo.
Pasadas las 9 de la noche se conoció un primer balance de los hechos, anticipando la magnitud de la tragedia.
Las salas de las viviendas y apartamentos alrededor del Club, se convirtieron en lugares de atención para los heridos, cuyos nombres empezaron a figurar en listados de las autoridades.
Las primeras hipótesis de las causas apuntaban a un estallido en la zona de calderas de la sede. Investigadores llegaron al lugar mientras se pedía a los ciudadanos que despejaran la zona para permitir el trabajo de los organismos de socorro,
A varios metros de la zona de la tragedia, familiares seguían esperando una razón de sus seres queridos. Cerca de las 11 de la noche, fueron extinguidas por completo las llamas en el Club.
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Tres horas después del estallido se confirmó que no fue un accidente. Los rastros de explosivos fue el principal indicio. Doce socios, 12 empleados, 12 visitantes y las 2 personas que ingresaron el carro que estalló, fallecieron como consecuencia del atentado.
Hasta la madrugada del 8 de febrero, las labores forenses, algunas realizadas sobre la misma Carrera Séptima, culminaron mientras seguía la búsqueda de víctimas en medio de los escombros.
La noche del atentado al club El Nogal
Amparo Ortega cuenta su historia como sobreviviente
Amparo Ortega Univio es una de las sobrevivientes del atentado ocurrido hace 20 años en el Club El Nogal. Trabajaba como mesera. Justo en el momento de la explosión, servía unas bebidas para la mesa 19: dos cervezas, dos gaseosas, y dos jugos de mandarina.
“El diagnóstico que me dieron fue que tenía siete costillas fracturadas, que el hígado había sangrado y que los pulmones habían quedado como si hubiera fumado durante toda mi vida. Y yo nunca he fumado, y nunca he tomado. Entonces, eso fue del humo que entró en mis pulmones”, comentó.
Cuenta que un mes de incapacidad le dieron por las heridas; y luego, acetaminofén para soportar los dolores de espalda y el vértigo que le surgió, y que según le decían en cada consulta, no eran como consecuencia de aquella explosión.
“Yo trabajaba con muchísimo dolor, porque me dolía mucho mi espalda, tenía demasiado dolor. Y pues, iba a la ARL y me mandaba para la EPS. Mi ARL solo me daba acetaminofén, porque según ellos todo lo que me pasaba no era como consecuencia de la bomba, me decían que eso no estaba en el diagnóstico”, indicó.
Agregó que “Yo quedé con mucho vértigo, se los hice saber y me dijeron que eso no tenía nada que ver con la bomba”.
Y por el vértigo, un día, estando en casa se cayó.
“Por el vértigo que me dio me caí de las escaleras, me llevaron al hospital y resulté con lesiones en la espalda; me iban a operar, pero al final me mandaron un corsé el cual valía 450 mil pesos y me tocaba comprarlo porque la ARL decía que eso no fue por la bomba, que eso ocurrió en mi casa, que el vértigo no dio por la bomba. Entonces con la ayuda de compañeros del club y mi familia me tocó comprar el corsé. Duré dos años y medio trabajando con eso puesto”.
A este problema de salud se sumaron otros y otros más. Hoy que tiene 61 años, le dicen que es por causa de la edad. Amparo Ortega Univio manifiesta que, tras ese atentado, se ha sentido abandonada y que la única ayuda recibida en estos 20 años fueron dos salarios mínimos correspondientes a aquella época.
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“Todas las secuelas que tengo, todo lo que he sufrido, según la ARL no es como consecuencia de la bomba. Mi espalda y mis caderas me duelen terriblemente. La EPS una vez me mandó a la Clínica del Dolor donde me ponían 24 inyecciones cada 8 días. Estoy así desde hace mucho tiempo, pero según ellos no es por la bomba, y ahora me dicen que es por la edad y por malas posturas”, dijo.
Añadió que “me siento abandonada y así se sienten muchos compañeros que estuvieron allí, que vivieron ese infierno de oscuridad, de humo, de ruidos, de gritos. Nunca nos han dado un peso, nunca nos han reconocido. Recién ocurrió el hecho la red de Solidaridad me dio 620 mil pesos, que para ese entonces eran dos salarios mínimos, eso es lo único que he recibido en 20 años”.
Amparo relata que en aquel tiempo le pidieron un millón de pesos para que un abogado ejerciera como defensor de sus derechos como víctima, pero no logró reunir ese dinero. Cuenta también que la Unidad de Víctimas nunca la reconoció como tal. El caso de Amparo, solo es uno entre tantos.
Por Herlency Gutiérrez y Javier Jules