Príncipe Felipe, esposo de la reina Isabel II, dado de alta tras un mes hospitalizado
A sus 99 años, la hospitalización preocupó, sin embargo la monarquía aclaró que no se trataba de contagio de covid-19.
El príncipe Felipe, esposo de la reina Isabel II, regresó al castillo de Windsor este martes tras permanecer un mes hospitalizado, lo que a sus 99 años había hecho temer por su vida en un momento convulso para la monarquía británica.
Vestido con camisa blanca, jersey color crema y sin mascarilla, el duque de Edimburgo, que desde 2017 está retirado de la vida pública, fue visto en el asiento trasero de un vehículo saliendo del hospital King Edward VII de Londres.
"El príncipe Felipe ha sido dado de alta hoy (...) y ha regresado al castillo de Windsor, tras haber sido tratado por una infección y sometido con éxito a una intervención por un trastorno previo", explicó después el palacio de Buckingham.
"Su alteza real desea dar las gracias a todo el personal médico que le atendió tanto en el hospital King Edward VII como en el hospital St Bartholomew y a todos los que le han enviado sus buenos deseos", agregó.
El príncipe consorte, que en junio cumplirá 100 años, fue ingresado en el primer centro el 16 de febrero como "medida de precaución" tras haberse sentido mal.
Ante las especulaciones y preocupación por su avanzada edad, la casa real informó pocos días después de que la hospitalización no estaba relacionada con el covid-19, sino que se debía a una infección.
Bajo una fuerte expectación mediática, a principios de marzo fue trasladado del pequeño y elegante King Edward VII, situado en el barrio londinense de Marylebone, al gran hospital público St Bartholomew que, según su página web, posee el mayor departamento especializado en enfermedades cardiovasculares de Europa.
Allí fue sometido a una operación quirúrgica "para tratar una enfermedad cardíaca preexistente", antes de regresar en ambulancia pocos días después al hospital que finalmente abandonó este martes.
En las últimas semanas, varios miembros de la familia real, desde el príncipe William, de 38 años y segundo en la línea sucesoria al trono británico, hasta Camila, segunda esposa de su padre, el príncipe Carlos, se habían esforzado por tranquilizar a la opinión pública sobre su estado.
Crisis institucional
Debido a la pandemia de coronavirus, la reina, de 94 años, y su esposo han estado el último año confinados en el palacio de Windsor, situado unos 50 km al oeste de Londres, excepto una estancia de verano que la pareja real pasó en su castillo escocés de Balmoral.
La monarca, que tras ser vacunada contra el covid-19 a principios de enero animó a sus compatriotas a hacer lo mismo, ha mantenido su agenda oficial en gran medida por videoconferencia. Y no visitó al duque durante su hospitalización.
En Windsor, rodeada por sus dos nuevos cachorros de corgi, su raza favorita de perros, Isabel II ha hecho frente a una de las mayores crisis que han sacudido a la monarquía británica desde la muerte de la princesa Diana en 1997 en un accidente de tráfico en París cuando intentaba escapar de los paparazzi.
Hace diez días, en una explosiva entrevista con la estrella de la televisión estadounidense Oprah Winfrey, su nieto Harry, de 36 años, hermano de William e hijo de Carlos y Diana, denunció junto a su esposa, la exactriz estadounidense Meghan Markle, comentarios racistas por parte de un miembro no identificado de la familia real.
Precisando después que no habían sido ni Isabel II ni el príncipe Felipe, la pareja afirmó que alguien había mostrado "preocupación" por el color de piel que tendrían sus hijos, ya que la madre de Meghan es afro.
La monarca aseguró tomarse "muy en serio" estas acusaciones y se comprometió a que fueran tratadas "por la familia en privado", pero dejó claro que "los recuerdos pueden variar" en función de las personas.
"No somos una familia racista en absoluto", afirmó poco después William a la prensa de un país donde la fuerza del movimiento Black Lives Matter llevó recientemente a revisar la historia colonial y su relación con una trata de esclavos a la que se atribuye haber servido para financiar la revolución industrial.