La Guerra al interior de Palacio de Nariño II
La guerra en el Palacio de Nariño tiene un nuevo implicado por transacciones en el Congreso.
Los Secretos de Darcy Quinn revelaron una nueva guerra que se presentó al interior del Palacio de Nariño.
Sigue la guerra al interior del Palacio de Nariño. Para algunos, es una hoguera de vanidades.
A las intrigas palaciegas se sumó Augusto Rodríguez, director de la Unidad Nacional de Protección y viejo conocido del presidente Gustavo Petro. Rodríguez puso a circular información extravagante sobre presuntas transacciones en el Congreso de la República. El enlace de presidencia en el Congreso, Jaime Ramírez, y su pareja, Daniela Valencia, ya reportaron esos hechos a la Fiscalía General de la Nación. Allí saben que Augusto Rodríguez también intentó, a última hora, evitar la elección en la Corte Suprema de Justicia de la fiscal Luz Adriana Camargo, con la precipitada renuncia de Amelia Pérez, su candidata y vieja amiga.
A esto se suma el comunicado que emitió ayer Carlos Ramón González, jefe de la Dirección Nacional de Inteligencia, negando la existencia de un grupo para interceptar periodistas, líderes y opositores, aunque dejó muchas preguntas abiertas. Las intrigas de Carlos Ramón González las mencionamos aquí a raíz de una columna de María Jimena Duzán, surgida de una cadena de WhatsApp con información tendenciosa.
La guerra interna auspiciada, al parecer, por Augusto Rodríguez ya se ha registrado en informes de inteligencia de agencias que no controla Carlos Ramón González. En dichos informes se dice que estarían buscando recuperar espacios perdidos en el entorno presidencial luego de los escándalos de corrupción que han sacudido al gobierno.
Y como en todos estos episodios de filtraciones, especulaciones, intrigas y envidias de poder, el más perjudicado es el propio presidente de la República, quien además de atender las confrontaciones externas de adversarios y opositores. Ahora tendrá que controlar este ‘fuego amigo’ para evitar que lo queme la hoguera de vanidades de sus viejos camaradas de los tiempos de la clandestinidad, quienes ahora se creen con más derechos de los que tienen, al mejor estilo de la vieja izquierda de la desaparecida ‘cortina de hierro’.