Bogotá en pandemia: los rostros del rebusque
Recopilamos algunas historias de vida que cuentan cómo sobreviven a las ventas bajas durante la emergencia.
Son las historias de siete personas en Bogotá dedicadas al rebusque. Algunos llevan toda su vida en ello, otros apenas están empezando. En general, todos coinciden en afirmar que "la vida en este momento, está más difícil que antes".
Diego Gómez tiene 28 años. Cuenta que empezó como vendedor en las calles a los 16 años. No le gusta el término de "vendedor ambulante" porque le parece despectivo. A Diego lo conocimos en una de las calles de la carrera séptima con calle 28. Vende tapetes antibacteriales o "lo que esté de moda o de temporada".
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Este joven habla sobre su presente y futuro. Tiene dos hijos y dice que no quiere "esta vida tan difícil para ellos". Cuando le preguntamos cómo percibe el futuro en medio de esta pandemia responde:
" Yo con mis 28 años, que he medio vivido, no quiero que esto les toque a mis hijos. El hecho de no socializar, de no compartir. Eso me parece triste. Al final, estamos en un mundo donde nos toca guerrear y guerrear aun más", dijo.
Argemiro Monroy tiene más de 60 años, dice que "toda la vida he vendido en las calles". Ofrece avena, gaseosa y empanadas.
"Llevo como cuarenta y pico de años vendiendo esto en las calles y nunca antes habían estado tan duras las ventas", comenta, mientras atiende a dos personas que llegan a este puesto a comer.
Don Argemiro no usa bien el tapabocas. De vez en cuando contesta el celular, recibe el dinero y entrega las avenas y las empanadas con la misma mano.
¿No tiene miedo de contagiarse?, le preguntamos. "Le tengo más miedo al hambre en esta vejez que al mismo virus".
Katherine Mora, de 21 años, dice "que desde siempre" ha trabajado en la calles como vendedora ambulante de tapabocas. Habla como si la vida entera ya se le hubiera ido en ello.
"No he podido conseguir un trabajo formal donde me paguen todo lo de ley", comenta. Al pensar en una cuarentena estricta debido al aumento de la ocupación de las Unidades de Cuidado Intensivo (UCI) en Bogotá, Katherine dice que "solo puedo pensar en las deudas".
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"No es no salir, es pensar en las deudas que uno tiene en la casa, para el diario, debo colaborar con el arriendo. Las ventas de por sí, han estado regular. Hay días buenos y días malos. Pero en la calle, algo se hace uno y no se va para la casa con las manos vacías", afirma.
Esta joven dice que tiene el sueño de estudiar contaduría pública "pero veo bastante difícil por las muchas deudas".
Wilson Valencia es chocoano, llegó con su familia a Bogotá para "buscar un mejor futuro". Vende perros calientes y hamburguesas en las calles del centro.
"Antes vendía 100 mil, 120 mil pesos. Ahora no hago ni un 10%. Ni quisiera para sobrevivir", comenta. Wilson quien envió un mensaje a la alcaldesa de Bogotá, Claudia López.
"Estamos desesperados, no sabemos qué hacer. Las ventas ya no son lo mismo, el comercio está muy afectado por esta pandemia. Estoy registrado ante el Instituto para la Economía Social- Ipes- pero las ayudas aun no llegan", señaló.
RCN Radio contactó al Instituto para la Economía Social (Ipes), consultando el caso de Wilson y, al momento de escribir esta nota, la entidad aseguró estar haciendo las averiguaciones sobre las ayudas para este vendedor.
"El futuro está grave con esta pandemia", sentencia Víctor Castro, con más de 60 años. Cuenta también que la mayor parte de su vida ha estado dedicado a las ventas ambulantes de comida.
Vende frutas en el centro de Bogotá y reporta que "las ventas han bajado hasta en un 80%. Antes vendía hasta 150 mil pesos. Hoy hago solo 40 mil".
Víctor comenta que, con ese dinero, "tengo que hacerlo estirar hasta donde más pueda". ¿Cómo percibe el futuro?, le preguntamos.
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"El futuro lo veo grave con esta pandemia. Hay muchos vendedores que no tenemos ayudas por parte del Gobierno. No sé a quién le llegan esas ayudas pero mientras esto no mejore, no sé qué nos vamos a poner a hacer", puntualizó.
Jonathan Castillo es venezolano, tiene 33 años y lleva más de dos años y medio vendiendo artículos para celular en las calles del centro de Bogotá. Cuenta que es bachiller y que, en este momento, no tiene posibilidades de más estudios.
Reporta lo mismo. Las ventas han disminuido en un 80%. "Antes vendía 100 mil pesos, ahora hago uno 25 mil", afirmó. Jonathan asegura que tiene dos dos hijos, su esposa y responde también por su mamá.
"El futuro se ve un poco duro, pero si hay que luchar, se lucha para seguir adelante".
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Patricia Caicedo es vendedora ambulante de controles remotos en el centro de Bogotá. "La gente tiene miedo a comprarle a los vendedores informales y por eso, creo que las ventas han estado muy malas".
"Antes me vendía 50 mil pesos ahora no hago ni diez mil", sostiene mientras habla de sus dos hijo y un sobrino al que ayuda con la vivienda y el alimento. Patricia cuenta que es beneficiaria del Ingreso Solidario. Ha recibido en dos ocasiones 160 mil pesos
"Y eso me ha ayudado mucho. Lo que hago en la calle, lo dejo para el arriendo y para llevar más comida a mi casa".
¿Le puedo tomar una foto?, le preguntamos. "No quiero, me da mucha pena", dice Patricia de unos 45 años.
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