En Barichara las casas se hacen con tierra
Tapia pisada, una técnica ancestral de construcción con tierra, es parte de la arquitectura de uno de los pueblos más hermosos del país.
Barichara (Santander), luce más que hermosa bajo los rayos de un brillante sol de atardecer. Dichosos son los ojos que pueden apreciar su arquitectura colonial y la belleza de sus paisajes mientras se camina por sus calles empedradas respirando un aire puro que por lo menos en Bogotá, casi que ni existe, pues según el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam) la capital colombiana junto con Medellín, son las ciudades de Colombia con la peor calidad de aire. Barichara es entonces, además de alimento para la vista, alimento para los pulmones.
Es fácil considerarlo como uno de los pueblos más bellos del país, motivo por el cual se ha convertido en un destino turístico por excelencia. Una tierra hermosa digna de conocer, y qué mejor forma de hacerlo que mezclándose con ella, sumergir nuestros pies y manos en ella, logrando una integración absoluta con la Madre Tierra a través de algo tan sencillo y a la vez tan útil como la tapia pisada, una técnica ancestral de construcción con tierra con la que se han hecho por lo menos el 90 por ciento de las viviendas en el pueblo, de acuerdo con Santiago Rivero, ingeniero civil y experto en este tipo de construcción.
Rivero junto con su agencia 'De la Tierra, Turismo Cultural', se dedica a realizar una serie de talleres para resaltar el "espíritu del territorio". Un turista, según él, no solo debe quedarse solo con el glamur de Barichara, sino que también es necesario ver esta otra cara cultural y aprender de estas técnicas de construcción con tierra, que son mucho más cercanas y amables con el medio ambiente.
El amor, respeto y la importancia que tiene la tierra en la región data desde la existencia de los indígenas guanes, quienes habitaron el territorio desde el año de 1540 hasta su extinción en 1560 aproximadamente. También tuvieron presencia en tierras que actualmente pertenecen a municipios como Cabrera y Los Santos, ubicados en Santander.
"Se extinguieron por viruela, trabajos forzados y suicidio colectivo. Ellos prefirieron saltar de los riscos antes que caer en las manos de los españoles. Los indígenas guanes tenían una íntima relación con el interior de la tierra. En su imaginario ellos no murieron, no se suicidaron; ante el asedio y la amenaza que representaba la persona que llegara al territorio, ellos decidieron integrarse con la Madre Tierra", expresa Santiago Rivero, en diálogo con RCN Radio y LA Fm.
El trabajo de tapia pisada que realiza Rivero se lleva a cabo generalmente en el Parque Natural de La Chorrera, a la entrada de Barichara, con un circuito de cuatro estaciones en los cuales las personas practican las técnicas de construcción con tierra para posteriormente bañarse en una piscina natural.
Nos ponemos manos a la obra. Santiago arma el tapial, herramienta con la que se hacen los muros de tapia pisada. Una vez armado, se construye una base de piedra, encima de este fondo se agrega la tierra húmeda. Una persona o más, dependiendo del largo del tapial, se quedan dentro de éste pisando la tierra con un instrumento de madera similar a un remo grueso.
Al ritmo de carranga, con un movimiento coordinado entre pisotones y golpes con el instrumento de madera, se va haciendo la tapia pisada. "La pared debe ser de 50 centímetros de espesor, eso es lo mínimo para parar una casa de uno o dos pisos. Un bloque de dos metros de largo por un de alto se demora más o menos dos horas", comenta Rivero mientras arma la siguiente estación. Armar los bloques de tapia pisada.
Un metro cuadrado de tapia pisada se compacta con un trece por ciento en peso de agua, esto significa aproximadamente 130 litros de agua. La humedad es muy importante para que la construcción no se desmorone.
La tapia pisada más allá de ser una técnica de construcción, es una conexión espiritual con la tierra. Una terapia para el alma en la que es necesario dejar de lado el temor a ensuciarse y hasta el asco, pues una de las estaciones incluye pisar estiércol de caballo mezclado con barro, esto debe hacerse con los pies. Tranquilos, la mezcla no huele a nada, no es dañina. Al contrario, es agradable al tacto, suave y refrescante.
Dejando la estética de lado, con las manos se toma un poco de barro, se arma una bola y se pega al muro a modo de caricia.
A diferencia de lo que se pueda pensar, este oficio no solo es practicado por los más viejos, las generaciones más jóvenes también han visto en este tipo de construcción una profesión. "Desde que la gente demande construcciones de tapia pisada, los jóvenes se quedan acá aprendiendo este oficio ancestral que genera dinámica económica en Colombia".
De acuerdo con Santiago Rivero, la simplicidad de estas construcciones le enseñan al ser humano que no se necesita de mucho para ser feliz. Con lo más simple se puede construir algo hermoso, como se diría popularmente, a veces menos es más. "Una varilla o un bulto de cemento cuesta bastante, pero no nos damos cuenta que todo el material está aquí. Hacer una casa uno con las propias manos es muy económico".
El ingeniero pretende mostrarle este oficio al mundo con un importante objetivo, ayudar a la población vulnerable a construir o remodelar sus casas. Frecuentemente capacita grupos de turistas o de universidades para hacer o remodelar viviendas de tapia pisada en zonas pobres de la región.
"Cada vez que nos visiten grupos, hacemos durante cuatro días un curso técnico, de cálculo y financiero y luego aplicamos lo aprendido aportándole a alguna familia. Se utiliza la técnica de construcción con tierra para hacer una serie de reflexiones sociales, sociopolíticas y culturales". Es decir, esta experiencia va más allá de lo simplemente turístico, representa también un enfoque social. El turismo ayuda a visibilizar realidades.
A pintar con tierra
La tierra además de ser nuestra casa, también es una expresión artística. No hay nada más emocionante que tener un recuerdo de un sitio como Barichara, hecho por nuestras propias manos con nada más autóctono de un lugar que la tierra.
Los limos, arcillas, minerales, aire, piedras, arena y demás elementos que se encuentran en la tierra son pigmentos perfectos para pintar. Todos esos componentes, dependiendo de la proporción en que se encuentren nos darán diferentes efectos en los cuadros que pintemos. Es importante tener en cuenta que el lienzo debe tener una superficie rugosa para que las arcillas se agarren.
"Las gravas y arenas dan la estructura y el esqueleto. Los limos y las arcillas dan la cohesión, son los que pegan, el agua activa los limos y las arcillas, si no hay agua no hay cohesión", explica el ingeniero.
En la mesa, como si fueran pinturas común y corrientes, encontramos los diferentes tonos de tierra proveniente de otros municipios de Santander. Vemos el blanco, el rojo, negro, amarillo y otros más. El material, mezclado con un poco de agua y extracto de cactus o sábila, mejora la cohesión y lo hace más suave al pincel. Ahora solo queda sacar el Dalí, Miró, Magritte o Picasso que llevemos dentro para pintar nuestra mejor obra.