La vida de dos de los suicidas de Sri Lanka
Eran dos hermanos que durante el día estudiaban y por la noche se iban de fiesta en ostentosos carros.
Apenas cinco horas después de los ataques suicidas contra hoteles de lujo e iglesias cristianas en plena celebración de la misa de Pascua, el financiero Mahanama Jayamanne acababa de comenzar a dormir su siesta cuando una explosión lo despertó, haciendo temblar las ventanas de su ‘bungalow’ en Colombo.
Tras aquella mañana sangrienta, este católico de 55 años se dio cuenta de que aquel calvario no había finalizado cuando escuchó a los helicópteros sobrevolando su barrio verde y tranquilo de Orugodawatta, en el norte de la capital.
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"Todos estábamos en estado de pánico. Al principio, creí que un terrorista habría entrado en una casa cercana y estaba escondido allí, pero luego me di cuenta de que no, que la explosión la provocó alguien que ya vivía allí", afirmó Jayamanne, "estaba completamente conmocionado".
La enorme casa blanca de dos pisos donde se registró la explosión era el hogar de los hermanos Ilham e Inshaf Ibrahim. Dos treintañeros que ayudaban a su padre en la gestión de su comercio de especias, y también de una fábrica de alambre de cobre.
Pero, ellos se convirtieron en kamikazes, y posiblemente tuvieron un rol crucial en la organización de los ataques en los que murieron 253 personas hace ocho días en la isla del sur de Asia.
Con sus mochilas cargadas de explosivos, ambos hermanos se hicieron estallar el 21 de abril en los locales donde se servía el desayuno de dos hoteles de lujo De Colombo, uno en el Shangri-La y el otro en el Cinnamon Grand Hotel.
En las horas siguientes, la investigación condujo rápidamente a la policía a su domicilio. Cuando llegaron las fuerzas de seguridad al lugar, la esposa embarazada de uno de los hermanos se inmoló, matando a sus dos hijos y a dos policías.
Otro familiar también activó su carga explosiva para evitar el arresto, llevándose consigo a un inspector de policía.
"Los otros miembros de la familia sabían lo que preparaban los hermanos. Fue como si ya supieran que íbamos a llegar", señaló un alto oficial de la policía.
Cuando el padre de los kamikazes, Ibrahim Hajiar, se mudó al vecindario a principios de 1990, era un pequeño empresario que importaba pescado seco desde las Maldivas, y vivían en una casa modesta.
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Un residente del barrio, Mahanama Jayamanne, quien tiene una empresa de construcción, siempre admiró la visión para los negocios de su vecino y se hicieron amigos.
Según fue aumentando su prosperidad, Hajiar se instaló en una opulenta residencia y adquirió una flota de carros lujosos, aunque siempre mantuvo cierta simpleza, explica Jayamanne.
"Era el tipo de hombre que se levantaba temprano, y si su chófer no había llegado aún, se montaba en un 'rickshaw' (vehículo de dos ruedas muy popular) y se iba a trabajar", afirma. "Los hijos siempre fueron amables y educados conmigo debido a mi amistad con su padre".
Pero la riqueza de la familia no era la única particularidad que los distinguía.
"Las esposas de los hijos siempre estaban completamente cubiertas con velos. En todas mis visitas a su casa nunca vi sus rostros", comenta.
En esta urbanización cerrada de Mahawila Gardens, donde los niños suelen jugar al aire libre, los suyos raramente aparecían en público.
Otra vecina del barrio, Shasna Raffaideen, una analista de 26 años, es mucho más directa.
"Las mujeres siempre estaban cubiertas, en tanto los hombres a menudo portaban el gorro musulmán, el kufi. Lo encontraba extraño y no me gustaba mucho", explica.
"Yo también soy musulmana, pero era evidente que eran mucho más conservadores. Aunque nunca me di cuenta de que fueran violentos", afirma.
Los hermanos Ibrahim pertenecían al movimiento islamista National Thowheeth Jama'ath (NTJ), fundado por el predicador radical Zahran Hashim, acusado por Colombo de haber perpetrado los atentados. La masacre fue reivindicada por el grupo yihadista Estado Islámico (EI).
La policía intenta comprender cómo los hermanos lograron establecer y desarrollar lazos tan sólidos con el líder fundamentalista, muy temido por muchos musulmanes de su ciudad natal, en el este de Sri Lanka. Esta relación pudo haber comenzado en 2017, según los investigadores, y los Ibrahim podrían haber financiado sus actividades.
Los miembros restantes de la familia, incluido el padre, se encuentran bajo control de las autoridades. Sus vecinos están "tristes" y "conmocionados", se sienten "traicionados", y les cuesta mucho aceptar los hechos.