Ébola cobra su segunda víctima mortal en la República Democrática del Congo
Actualmente hay 15 personas en cuarentena.
El segundo paciente con ébola en la ciudad de Goma murió y quince personas fueron puestas en cuarentena en la provincia vecina del Kivu del Sur, en la República Democrática del Congo, causando preocupación de la población en la región.
"El enfermo confirmado de ébola en Goma murió y se tomaron todas las medidas para cortar el canal de contaminación", declaró Jean-Jacques Muyembe, el nuevo funcionario nombrado por la presidencia para coordinar la respuesta a la epidemia.
El paciente había llegado al centro de tratamiento "en el día 11 de su enfermedad, realmente no tenía esperanza porque la enfermedad estaba muy avanzada. Murió en la noche de martes a miércoles", indicó Aruna Abedi, coordinador de la lucha contra el ébola en la provincia Kivu del Norte.
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El hombre fallecido en Goma -capital de Kivu del Norte y fronteriza con Ruanda- es el segundo caso registrado en ese gran centro urbano del este del país. Hace dos semanas se detectó el primero.
En la provincia vecina de Kivu del Sur, quince personas fueron puestas en cuarentena en una localidad en la ribera del lago Kivu en la provincia de Kivu del Sur. Por primera vez se registran casos sospechosos de ébola en esta provincia.
Cinco embarcaciones que salieron de Goma fueron inmovilizadas este miércoles en el puerto de Bukavu, del otro lado del lago Kivu, para ser sometidas a control sanitario, lo que provocó inquietud en la ciudad.
Esta epidemia de ébola en República Democrática del Congo deja 1.790 muertos desde agosto de 2018, y es la más grave de la historia de la enfermedad desde la que afectó a África entre fin de 2013 y 2016.
Hace un año se declaró en República Democrática del Congo y, desde entonces, el virus del Ébola no deja de plantear retos a los profesionales sanitarios, entre batallas políticas, cuestiones farmacéuticas y una crisis de salud pública que empeora.
La décima epidemia en República Democrática del Congo (RDC) preocupa más allá de las fronteras de las provincias de Kivu del Norte y de Ituri (este).
Arabia Saudita cerró las puertas de la Meca a los musulmanes residentes en RDC para evitar cualquier riesgo de contagio en la próxima peregrinación. Y en el aeropuerto de Casablanca, en Marruecos, se reparte un folleto con consejos e información sobre el ébola a los pasajeros procedentes de Kinshasa.
No se ha registrado ningún caso en la capital congoleña, a dos horas de avión de los principales focos de infección.
En Goma, la capital de Kivu del Norte, fronteriza con Ruanda, la frustración y la desesperación se apoderan de los dos millones de habitantes.
"Estamos sensibilizados, respetamos las reglas (lavado de manos y control de la temperatura), pero lo que queremos es que la epidemia termine pronto", afirmó Jonas Shukuru, conductor de mototaxi de la ciudad.
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La Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró el ébola una "emergencia de salud pública de alcance internacional".
La OMS desaconsejó el cierre de fronteras de RDC con los países vecinos, como Uganda, donde se registraron dos muertes por ébola en junio.
Violencia y consecuencias políticas
La ayuda extranjera aumentó y el Banco Mundial anunció que aportará 300 millones de dólares adicionales en ayudas.
La enfermedad apareció en 1976 en el entonces Zaire (hoy RDC), cerca del río Ébola y en 2014 causó 11.000 muertes en África del Oeste.
La epidemia causó estragos, principalmente, en las zonas de Beni y Butembo-Katwa, que son presa de la violencia desde hace 25 años entre grupos armados, cuya presencia complicó las acciones de prevención.
Aun así, los equipos sobre el terreno se quejan, sobre todo, de la "reticencia" y la "resistencia" de los habitantes, que niegan la enfermedad, y rechazan vacunarse u hospitalizar a familiares, o los entierros "dignos y en seguridad" que lleva a cabo la Cruz Roja para evitar cualquier contacto con los fluidos del difunto, muy contagiosos.
La epidemia también tuvo varias consecuencias políticas. El ministro congoleño de Salud, Oly Ilunga, dimitió a finales de julio al considerarse desacreditado por el presidente, Etienne Tshisekedi, que decidió encargarse personalmente de la lucha contra el ébola.
Ilunga se oponía a la introducción de una segunda vacuna, reiterando su confianza en la inyección actual, de los laboratorios Merck, e invocando los riesgos que podría implicar la introducción de un nuevo producto en unas comunidades muy recelosas respecto al personal sanitario.