Crisis en Venezuela: así retratan venezolanos su dilema a Michelle Bachelet
La expresidenta chilena, en su visita a Venezuela, se reunió con el presidente interino de ese país, Juan Guaidó.
En las calles de Caracas se percibe un raro ambiente de expectación y de relativo orden, todo por un solo motivo: la visita de la Alta Comisionada de Derechos Humanos de la ONU, Michelle Bachelet, para muchos un hecho inédito.
Es que los venezolanos no están acostumbrados a compartir un mismo territorio con representantes de alto calibre, al punto que hoy se compara la llegada de Bachelet, con la que hiciera hace 17 años, César Gaviria, quien en ese entonces fungía como secretario general de la Organización de Estados Americanos.
Lo cierto, es que en un ejercicio hipotético se les ha consultado a los habitantes de la golpeada Venezuela, cómo le contarían a la expresidenta chilena lo que pasa en la nación.
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“Estamos peor que Biafra, suficiente con eso”, enfatizó Alberto Novoa, de 72 años y jubilado, al comparar lo que vive Venezuela con lo ocurrido en la extinta nación africana, que estuvo afectada por una severa crisis humanitaria en medio de una guerra civil.
Con un verbo incisivo, Novoa cree que Bachelet “ha sido bastante negligente” por considerar que se ha tardado mucho en visitar Venezuela.
“Hay que ser bien dejado, en un país donde a la gente la están matando, cantidad de gente muerta, presa, desaparecida, y se da toda la bomba para venir a Venezuela. Razón tuvo este cantante español que le dijo, “Bachelet mueva las nalgas”, cuenta con una pícara sonrisa.
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[VIDEO] Venezolanos hablan de la crisis en la visita de Michelle Bachelet
Nelson Machado, de 67 años, profesor universitario define lo que se vive como “la peor crisis que hemos tenido en Venezuela desde hace muchos años” relatando que “no estamos comiendo proteínas, solo alimentos de baja calidad, tenemos el problema de las medicinas, el problema del agua, del gas, de la luz, que a pesar de que han mermado un poco las fallas eléctricas, todavía siguen existiendo”.
Mientras que la ingeniera Meiby Rosillo, de 43 años habla del temido fantasma de la inflación, que ronda desde hace cinco años por todo el territorio venezolano.
“Actualmente aquí no hay gobierno, hay un descontrol total en todas las entidades, adicional a la inflación que nos está ahogando”, expresa afectada por la variación de precios que en lo que va de 2019 acumula más de 900%, según los datos del Parlamento.
Su mayor afectación la representa la falta de medicamentos, “porque tengo a mi madre en condición de cama, pero además nos afecta en la casa, el servicio de agua y luz”.
Para Simón Vargas, un vendedor informal de artesanías que se pasea por las calles de la capital venezolana, “sinceramente este país está bien grave, todos vivimos un caos, para uno defenderse y alimentar a los muchachos tiene que rifar la camisa para poder comprarlos”.
Padece de prostatitis, la cual ha dejado de atender desde hace muchos años debido a que su faena no le da lo suficiente para comprar los medicamentos recetados. Una caja con 30 tabletas le cuesta 20 veces más que uno de sus vasos fabricados con bambú que expone al público. “Si compro el alimento, no compro la medicina, y si es que la hay”, lamenta.
Además, contabiliza que “cada 15 días o cada mes” tiene servicio de agua en su casa, por lo que tiene que “vivir llenando pimpinas” en llenaderos del este de Caracas.
A propósito de la visita de Bachelet, las ultimas horas en Caracas han estado caracterizadas por protestas de distintos gremios, destacando lo de educación y salud.
Lourdes Ávila, docente del sector público con 19 años de servicio, describe el “drama” que sufre por depender de instituciones del Estado, donde le pagan unos 10 dólares, cuando la canasta alimentaria equivale a unos 400 billetes verdes.
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“Nos tienen suspendido el contrato colectivo, solamente dos clínicas nos están atendiendo y solo en atención primaria (…) No contamos con servicios funerarios, tenemos unos compañeros que en diciembre fallecieron sus padres y tuvieron que hacer una recolecta para poderlos enterrarlos”, lamenta.
Imagina que Bachelet entre a una escuela que dependa del estatal Programa de Alimentación Escolar, y solo encontrará que ofrecen “arroz con caraotas y sin aliños”.