Suecia, la excepción en una Europa que obliga el uso de tapabocas
Suecia, que nunca confinó a su población, tiene el cuestionable balance de más de 5.800 muertos y 84.000 contagios.
Suecia, que llamó la atención del mundo entero con su estrategia menos estricta frente al coronavirus, se encuentra de nuevo aislada en su lucha contra la pandemia ya que por el momento evita el uso obligatorio de mascarillas como ya es norma en otros países europeos.
Muy poca gente lleva mascarilla en los supermercados, autobuses y metros de Estocolmo. Si bien las autoridades sanitarias suecas consideran insuficiente su eficacia, insisten en el respeto de la distancia física y el lavado regular de manos.
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"Me parece un poco extraño. En Suecia, que es un pequeño país, se piensa que saben más que el resto del mundo", afirma Jenny Ohlsson, responsable de una tienda de accesorios en la capital sueca en la que se pueden comprar todo tipo de mascarillas de colores.
A diferencia del resto de Europa, Suecia no confinó a su población y mantuvo abiertos cafés, bares, restaurantes y empresas, pidiendo a cada uno "asumir sus responsabilidades".
El balance es cuestionable: con más de 5.800 muertos y 84.000 casos, Suecia se encuentra entre los países más afectados con respecto a su población.
Pero, a diferencia de muchos países europeos que sufren una segunda ola de contagios, como España, Francia, Holanda, Alemania o Bélgica, las cifras en Suecia caen desde junio.
Frente a esta tendencia, las autoridades sanitarias no ven por el momento ninguna razón de cambiar de estrategia, incluidas las mascarillas.
El epidemiólogo Anders Tegnell, rostro visible de esta decisión sueca, considera que su eficacia aún debe ser confirmada. Mal utilizada o mal manipulada, la mascarilla podría contaminar a la persona que la utiliza, advierte.
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"Hay al menos tres informes de peso de la Organización Mundial de la Salud, del Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades y de The Lancet que cita a la OMS, que afirman que las pruebas científicas son débiles", explica el investigador.
KK Cheng, epidemiólogo del instituto de investigación en salud de Birmingham, denuncia de su lado una lógica "irresponsable" y "obstinada". "Si aquellos que piensan como él se equivocan, hay un costo en vidas. Pero si yo me equivoco, ¿qué daño provoco?", afirma este defensor del uso de mascarilla.
Anders Tegnell prefiere insistir en la caída de las cifras desde que mejoraron las condiciones en los centros para ancianos, donde se había registrado un gran número de muertes al inicio de la pandemia, a lo que se suma un mayor respeto de las recomendaciones, como el teletrabajo.
"Intentar reemplazar estas medidas por mascarillas no funcionará", según él. "Muchos países que aplicaron las mascarillas experimentan un fuerte aumento", declaró a mediados de agosto en la televisión pública.
Los vecinos nórdicos de Suecia evitaron también durante mucho tiempo el uso de mascarilla, pero cambiaron de opinión a mitad de verano.
Finlandia recomienda ahora su uso en los lugares públicos, Noruega lo aconseja en los transportes públicos de su capital Oslo, y Dinamarca lo volvió obligatorio en transportes públicos y taxis.
En junio, una veintena de médicos e investigadores firmaron una columna en el diario Aftonbladet para pedir a Anders Tegnell y a la agencia sueca de salud pública que reconsideren la política sanitaria sobre las mascarilla.
Por el momento, las autoridades dicen controlar la situación y estar listas para introducir su uso en caso de considerarlo necesario.