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Corte Suprema sentencia a 10 años de cárcel a hombre que atropelló a su esposa
El hombre causó graves heridas a su esposa y luego la dejó abandonada.
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Lunes, Septiembre 12, 2016 - 09:56
Ellis Patricia Zuleta no supera los 28 años y ya tiene 9 cirugías en sus piernas, tórax y cadera. Tiene un paso lento con tambaleo que alivia con un bastón. Su esposo, que está en la cárcel, fue el causante de su delicado estado. Pero él no la golpeó con las manos, sino con algo peor.
Una noche de julio, hace 4 años, Patricia vio a Joaquín Antonio Torres en el carro con otra mujer. Él reaccionó de manera inesperada: puso el pie en el acelerador del vehículo y la arrolló. Ella quedó en el suelo, inconsciente y con sus piernas partidas. Torres volvió a su casa y nunca la llamó.
Patricia relata que alcanzó a lanzar a su hijo hacia el andén para evitar que también fuera atropellado: “mi hijo tenía 3 años, por fortuna resultó ileso”.
“Las personas que estaban cerca del parque se acercaron, me ayudaron, yo me desmayé”, dice al recordar este episodio que le marcó la vida.
8 meses después del ataque, Joaquín fue capturado por la Policía en su residencia. La Fiscalía lo indagó y le preguntó si aceptaba el delito de homicidio agravado como tentativa. Él dijo que sí, de eso está arrepentido.
Después de ser condenado a 10 años y 8 meses de prisión, el hombre le pidió a jueces y a magistrados de la Corte Suprema de Justicia que revocaran la decisión en su contra alegando que fue inducido a aceptar el delito. Asegura que no intentó matar a Patricia y pide ser condenado solo por lesiones personales. Delito que, de ser indilgado, lo dejaría en libertad.
Pero la Corte Suprema negó la tutela, dijo que ya había varios fallos de jueces penales que lo señalan como responsable de homicidio agravado en grado de tentativa, y que por tutela no podía anular el documento firmado en el que aceptó el cargo que lo tiene en prisión.
Mientras su esposo intentaba demostrar que no la quiso matar, Patricia pasó 9 veces por el quirófano, “tuve traumas en la pelvis, el sacro, las piernas y las costillas”.
No quiso suspender sus estudios de derecho, trabaja como secretaria en un cargo oficial, pero ha tenido que buscar la ayuda económica de la familia de su esposo. “Con la familia he tenido enfrentamientos, se han desentendido de mi hijo”, añade.
No ha vuelto a ver a su atacante. Él le ha pedido perdón por teléfono. Al preguntarle si lo perdonaría se pone rígida, calla por unos segundos y deja salir de manera suave una frase: “yo no tengo rencor contra mi esposo”.
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