La inteligencia artificial podría llevar a la extinción de la humanidad, advierten expertos en tecnología
El riesgo que representa la inteligencia artificial se compara al de la guerra nuclear, dicen los expertos, entre ellos, el creador de ChatGPT.
Los líderes mundiales deberían dedicarse a reducir "el riesgo de extinción" que supone la inteligencia artificial, pidió este martes un grupo de industriales y expertos del sector tecnológico.
El comunicado, de apenas una línea, fue firmado por docenas de especialistas, incluido Sam Altman, cuya empresa OpenAI creó el robot conversacional ChatGPT el año pasado, que permite crear obras de arte o literarias, ensayos y mantener un diálogo con un ser humano sobre cualquier tema.
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La inteligencia artificial debería ser "una prioridad mundial junto a otros riesgos para la sociedad como las pandemias o la guerra nuclear", explicó el texto.
Los críticos de la inteligencia artificial alertan de la posibilidad de que un algoritmo pueda adueñarse de actividades esenciales para una sociedad, como el suministro de energía o la defensa.
Además, los robots conversacionales y otras aplicaciones de la IA podrían provocar la pérdida de millones de puestos de trabajo.
Este comunicado no es el primero que firman los expertos del sector, que al mismo tiempo que invierten y atraen miles de millones de dólares en la IA, se declaran en público intimidados por las posibilidades de esta nueva tecnología.
En contexto: ¿Inteligencia artificial podría destruir la humanidad?
Hace dos meses otras personalidades, como el multimillonario Elon Musk, firmaron otra carta pública en la que pedían una pausa en el desarrollo de la IA hasta poder garantizar su total seguridad.
El creador de ChatGPT, de gira mundial
Curiosamente, esta noticia se conoce en medio de los intentos que está haciendo Sam Altman, jefe de OpenAI y creador de ChatGPT, para que muchas personas se tranquilicen respecto a los riesgos de la IA.
De Brasil a Nigeria, pasando por Europa y Asia, Altman está recorriendo el mundo para tranquilizar sobre los riesgos de la inteligencia artificial y advertir acerca de proyectos de regulación quizá demasiado restrictivos.
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Dieciséis ciudades, cinco continentes, reuniones cara a cara con jefes de Estado, conferencias en universidades e incluso una aparición en la reunión que el grupo Bilderberg, el discreto club de dirigentes políticos y económicos mundiales, celebró en Lisboa la semana pasada. Ese es el impresionante cartel del OpenAI Tour, como lo denominó la empresa californiana.
the future can be quite amazing; most products/services will be elevated, and new categories created.
the amount one person can do will increase by orders of magnitude.
better tools, better lives!— Sam Altman (@sama) May 28, 2023
La gira ilustra el estatus de gurú mundial de la inteligencia artificial que se ha granjeado Sam Altman, de 38 años, a raíz del fulgurante éxito de su robot conversacional ChatGPT.
Pero ahora debe responder a los temores que éste provoca: desinformación, manipulación de elecciones, destrucción masiva de empleos, robo a creadores e, incluso, amenaza global para la humanidad.
La necesidad de respuestas apremia, pues Europa y Estados Unidos están estudiando regular el sector, numerosas personalidades pidieron en marzo una pausa en la investigación e Italia suspendió ChatGPT tres semanas por uso no consentido de datos personales.
El sábado, los países del G7 decidieron crear un grupo de trabajo y, en Bruselas, el comisario europeo Thierry Breton sugirió poner en marcha rápidamente un pacto sobre la inteligencia artificial (IA).
Sam Altman explicó en Twitter que preveía reunirse con usuarios y reguladores durante su gira.
Su campaña de seducción empezó con una comparecencia ante los senadores estadounidenses el 16 de mayo, donde causó sorpresa al exclamar: ¡regúlenme!". Tomando la delantera, declaró que lo que más miedo le da es que la IA pueda causar "importantes daños al mundo" y propuso crear una agencia mundial de regulación.
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Sin embargo, también consideró que se podrían crear numerosos empleos y recalcó los riesgos que podría entrañar una regulación demasiado estricta pues, "si la industria estadounidense se ralentiza, China o cualquier otro podrán avanzar más rápido".
Al día siguiente, el directivo viajó a Rio de Janeiro, y luego fue a Lagos (Nigeria) y a Lisboa. Esta semana, visitó Madrid, Londres, París, Varsovia y Múnich. Sus próximas paradas serán Tel Aviv, Dubái, Nueva Delhi, Singapur, Yakarta, Seúl, Tokio y Melbourne.
Por las ciudades por donde pasa, Altman repite su discurso, que mezcla optimismo y advertencia, para tratar de convencer de que la IA no escapará al control humano.
"En [el grupo] Bilderberg, daba un poco de miedo", comentó un participante. "También prometió estar buscando un país en el que implantar su sede europea", agregó.
En París, Varsovia y Madrid fue recibido como si de un jefe de Estado se tratara, reuniéndose respectivamente con el presidente francés Emmanuel Macron y con los jefes de gobierno polaco y español Mateusz Morawiecki y Pedro Sánchez, todos ellos deseosos de aprovechar esta oportunidad económica, aunque recordando la necesidad de establecer un control.
En una universidad de Nigeria, Altman prometió un florecimiento de las empresas emergentes e intentó intentó redorar la imagen de OpenAI, que recurrió a trabajadores africanos baratos para entrenar el modelo de lenguaje de la aplicación.
En Rio, en el Museo del Mañana, defendió la necesidad de regular, pero insistió en que espera que ChatGPT dé lugar a "un avance científico real" y que "mejore la vida de la gente". De manos del alcalde de Rio de Janeiro, Eduardo Paes, que se mostró entusiasta, recibió simbólicamente las llaves de al ciudad.
En Londres, sin embargo, su llegada generó menos consenso. En el University College se formó una fila de alumnos deseosos de escucharle, pero también una protesta con un puñado de participantes. "No deberíamos permitir que multimillonarios de Silicon Valley con complejo de mesías decidan lo que queremos", declaró un estudiante.
En tanto, Sam Altman advirtió que OpenAI podría "dejar de operar" en la Unión Europea si el futuro reglamento le imponía demasiados límites. "Intentaremos [adaptarnos a él] pero hay límites técnicos de lo que es posible", declaró a Time Magazine, explicando que tenía "muchas" críticas al proyecto de normativa europea.